17/5/11

Unos dedos


Hay unos dedos que crujen
silencio,
que debieron, deben, debieran
decir.
Unos dedos de omisión y felpa
de crujir de lerdos,
unos dedos de nunca en la llaga.
Unos que podrían hacer
audible el gatillo
de mostrar la flor, la raíz,
una ventana por la que se ve.
Que podrían la letra y la verdad,
y sin embargo.
Sin embargo la pólvora que arde
cuentan los dedos de felpa,
la brújula descompuesta, que vomita siempre al sur.
Cuentan el color del cuerpo,
los jaques.
Las moscas que sobrevuelan
al linyera, esas cuentan.
Cuándo es que lo dedos son veraces,
cuándo es que veraz es miserable,
cuándo es que miserables son los dedos
que cuentan hijos nacidos.
Cuándo es que los hijos nacidos
han dejado de importar.
Cuándo.
Cruje en verdad
la mirada que dice podredumbre,
pueblo flaco,
puta enferma,
inmigración.
Cruje contar
lo de amoral y sacrílego y peste
que tiene la mañana,
el martes
o Septiembre.
Y cualquier día y cualquier hora
en que unos dedos
crucen unos labios
y llamen a silencio.

* * *

2 comentarios:

  1. Aprehender la gramática. Desde luego, para jugar con ella, reirse de ella, sacarla de ese cementerio, quebrar su estructura y echarla a volar. Así también con la vida. Con sus miserias -y las propias- que sino fuera por el arte que intentamos las moscas que sobrevuelan ya habrían preparado la invasión. Contento de leerte, Pame. De tu vuelo !Y qué griten los dedos!

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  2. Diego querido, qué satisfacción lo que me decís. Hay que perderle el miedo a las palabras, y también hay que respetarlas, y hay que decir. Decir lo que vale, más que lo que cuesta. Siempre es un placer que me visites. Un beso enorme!

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