Hay una hora en que se esponjan las
luces,
detrás se esconde un hambre sin boca
o brazos,
una falsedad inacabada.
Porque han dicho que el lenguaje es
prófugo
y es mentira que acaso pueda crear.
Por ahí escribo, como si eso
retuviera un borde,
apenas,
de lo dicho y por decir,
que el lenguaje es una ventana
y se come los colores que vomita el
mundo que rota.
Si es que existen,
el lenguaje y el mundo,
y mis falanges urgidas de contar
que las luces se esponjan
y eso tiene un nombre
y me abre un abismo en cualquier
sitio.
Todo huele a la falta, al despojo,
a lo que muere entre los dientes
del algún animal de aúlla,
a la soledad flagrante del hombre.
Algo ocurre en este instante de
silencio.
Hoy, ahora, a la vez que las luces
se esponjan
y la lengua me traiciona y no puedo gemir
la muerte que incubo en la garganta.
* * *
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