21/11/13

Rosa Bombón - Agustina María Bazterrica



Para Pili, mi hermana, y para mis amigas.

Después de ti ya no hay nada, ya no queda más nada, nada de nada.
Después de ti es el olvido, un recuerdo perdido, nada de nada.
¿Cómo voy a llenar este espacio vacío, después de ti?
¿Cómo vivir después de ti?
Alejandro Lerner. Después de ti.

  
Paso UNO:
Observe las lágrimas que le caen sobre los dedos. Piense en diamantes. Visualice a Elizabeth Taylor. Desee tener ojos azules y maridos consecutivos. Error. Retroceda. Usted no necesita más hombres en la vida. Quiere estrellarse con el auto de Penélope Glamour. Busque una hoja de papel y un lápiz. Escriba la palabra “Lista” y enumere las cosas que debe comprar para morir con el estilo y la dignidad de un personaje animado.
LISTA:
1.     Conjunto deportivo, pero elegante, diseñado para físico escultural.
Ignore el último detalle, el del físico escultural. Continúe, impávida.
2.     Anteojos blancos con forma gótica.
Sorpréndase del uso de un léxico refinado, aún en estado crítico.
3.      Sombrilla con moño.
4.     Botas blancas a gogó.
5.      Auto marca ACME con labios y ojos prominentes haciendo las veces de un capó.
No profundice en el hecho perturbador de querer morir en un auto con rostro humano.
Recuerde que en la cuenta del banco no tiene plata. Rompa la hoja de papel y tire el lápiz dentro de la pecera. Vea cómo su pez la mira con ojos deformes. Asuma que su pez es un engendro de la naturaleza y desconozca el motivo por el cual lo compró alguna vez. Intente analizar por qué le puso el nombre “Pepito” a un pez que la ignora de manera permanente. Medite sobre el motivo puntual de llamarlo con apodos cariñosos como “Pepino de colores”. Admita que un pez no es un vegetal y que su pez tiene un único color: amarillo descolorido, amarillo repugnante. Observe el castillo de plástico violeta en el cual aterrizó el lápiz. Reflexione sobre cuál es el propósito fundamental de que un pez tenga, como aparente vivienda, un castillo al cual supera en tamaño. Descubra que no existe una respuesta para semejante interrogante.
Concéntrese en la palabra propósito. Considere objetivamente la siguiente pregunta: ¿Cuál es el propósito del amor? Deprímase por no saber la respuesta. Abra la bolsa de papas fritas Kellogg’s y mastique de forma compulsiva. Experimente un vacío, producto de la falta de estructura y certezas del universo amoroso. Tome el jarrón con dragones chinos de colores brillantes y tírelo en el centro de la reproducción de Los Girasoles de Van Gogh. Hastíese de la sonrisa de la Mona Lisa que la mira desde la pared donde el vidrio de Los Girasoles se rompió a pedazos. Alégrese de no ser la Mona Lisa. Piense que hay algo en esa cara que le resulta vagamente animal. Filosofe: “¿Será por la asociación inconsciente con la palabra “mona” o porque esa mujer me resulta francamente desagradable?” Recuerde que él insistió en comprar esas reproducciones. Tome un marcador rojo indeleble y píntele colmillos a la sonrisa de Mona Lisa. Cite a Duchamp y píntele un bigote. Ría. Fuerte. No se cuestione quién es Duchamp ni por qué alguna vez le dibujó un bigote a un icono sagrado del arte. Usted no tiene tiempo de ahondar en misterios estilísticos, no cuando está en plena crisis emocional. Deteste Los Girasoles. Tome conciencia de la antipatía profunda que siempre experimentó por esos cuadros. Complete la frase, agregando: “Cuadros baratos”. Visualice el odio. Déjelo fluir. Tire a la Mona Lisa por la ventana. Observe cómo ella y sus bigotes se desploman en una terraza abandonada. A continuación arroje Los Girasoles y vea cómo vuelan, sin el peso del vidrio, a través de los cables de la ciudad. Sienta un placer secreto, pero no lo reconozca porque Usted está transitando por un estado de desolación y furia. Perciba cómo un hombre la mira triste, apoyado sobre un auto estacionado.
Asocie el auto con el factor clave de que él le había prometido enseñarle a manejar, pero nunca lo hizo. Califíquelo como a un cobarde y susurre las palabras: “Puto cobarde”. Sorpréndase de la osadía. Usted nunca insulta. La proporción de la cobardía es muy superior a la intensidad del insulto, por lo tanto, grite: “PUTO COBARDE”. Fragmente la palabra con silencios significativos: “Pu   to   co   bar   de”. Rompa en un llanto silabeado: “Pu, Pu, Puuuu, Pu, Ajjjj, To, To, Tooooo, Co, Co, Coooo, Barjjjjjj, Deeeeee”.
Examine los daños colaterales causados por el incremento de su locura emocional. Considere que alcanzó sólo una parte del objetivo.

Paso DOS:
Busque la caja de los Kleenex. Tome conciencia de cómo las princesas de Disney la miran desde el cartón de la caja. Anhele convertirse en Blanca Nieves, luego en la Cenicienta, luego en la Bella Durmiente. Exija al destino poder dormir de manera ininterrumpida dentro de una cama de cristal y sugiera que el detalle de la belleza puede ser pasado por alto. Usted quiere dormir y soñar que está con él para siempre, comiendo perdices. Usted es vegetariana, pero no le preste atención a ese detalle. Olvídese de su asco por la carne y coma las perdices porque esa es la garantía de felicidad. Razone: “Mi deseo de estar con él por siempre jamás, ¿es una utopía?”. Relacione la palabra utopía con la palabra revolución. Evoque la remera del Che Guevara que él tenía puesta cuando la conoció. Piense en Cuba y llore por las revoluciones que se concretaron y por las que nunca fueron llevadas a cabo. Ensucie una docena de Kleenex y desparrámela por el piso. Siéntese al lado del teléfono y mírelo de tal manera que le duelan los ojos. Compruebe si funciona. Escuche el contestador y cuando una voz le anuncie: “Usted no tiene mensajes nuevos”, reprima la necesidad imperiosa de acuchillar a la persona o a la máquina que grabó ese mensaje con tono impersonal, pero enfatizando levemente en la palabra “no”, haciendo hincapié, de manera subversiva, en el hecho de que nadie nunca la llama.
Mire con extrañeza el anotador que él le regaló cuando cumplieron un mes. El anotador tiene una impresión en agua de Los Relojes Blandos de Dalí. Admita que la metáfora del tiempo derritiéndose le parece una banalidad repetida hasta el cansancio, pero permítase sentir un cierto apego hacia la imagen porque fue un regalo hecho por él.
Llámelo. Corte.
Altérese cuando escuche el teléfono sonando. Controle la necesidad justificada de querer saltar de alegría. Contenga la respiración, atienda temblorosa y sienta un nudo marinero en el estómago. Diga: “Hhhhola”. Advertencia: el tono que debe usar es de sufrimiento velado. Escuche cómo una operadora le ofrece un plan para hablar de manera gratuita con el ser querido. Note cómo el nudo marinero se transforma en un conjunto de arañas venenosas que caminan por su garganta. Vocifere: “NO TENGO SER QUERIDO”. Corte. Las arañas, ahora, son escorpiones.
Ejercicio: Memorice los momentos de felicidad a lo largo de su vida y anótelos en un papel bajo el título de “Lista Feliz”.
Objetivo: Fortalecer la confianza interior.
LISTA FELIZ:
©           El día que lo conocí.
©           El día que me dio el primer beso.
©           El día que cumplimos un mes.
©           El día que me regaló una flor.
©           El día que se mudó a mi casa.
©           El día que me regaló una estrella.
©           El día que me dijo que yo era su amor para siempre.
Conclusión del ejercicio: Coma caramelos Media Hora. Sienta náuseas y ganas de escupirlos, pero no lo haga porque eran sus caramelos preferidos. Reconozca que es una manera sincera y apasionada de homenajearlo.
Llámelo una segunda vez. Cuando atienda el contestador, corte. Desilusionada, llame con el celular a su teléfono para escuchar el mensaje que grabaron juntos, cuando eran felices: “Hola, dejanos tu mensaje después de la señal. Biiiiiiiiipppppp, jajjjjaaajjjaaaja.” Imagine cómo le abren el pecho y le meten una bomba. Conmemore a Hiroshima. Sienta culpa judeo-cristiana por los muertos que nunca conoció. Experimente culpa edípica por el mal en el mundo, por las guerras en particular, por la muerte en general. Lamente no poder arrancarse los ojos, no tener ese valor, no saber cómo vivir una verdadera tragedia, no ser griega. Evoque la película “Hiroshima mon amour”. Odie la palabra “amour”, odie el idioma francés, grite: “ODIO PARIS, ODIO EL AMOR”. Recuerde que él quería llevarla a la Torre Eiffel para proponerle casamiento. Profundice en el concepto. Deduzca que no sólo era un proyecto irrealizable sino que era una mentira imperdonable y que Usted se la creyó. Rompa el póster de la Torre Eiffel pegado sobre el inodoro. Trate de entender la analogía secreta, el significado oculto de pegar a la Torre Eiffel en ese lugar específico. Sepa la respuesta, pero ignórela por ser violenta, por ser una obviedad, una obviedad violenta.
Llámelo una tercera vez. Murmure: “Hola, soy yo”. Siéntase estúpida. Imagine a Penélope Glamour declarando su amor a la Hormiga Atómica. Recuerde que él le decía “Hormiguita”. Grite: “TE ODIO, INFELIZ”.
Corte.
Inmortalice el momento tirando el teléfono de plush lila sobre la pared con la colección de figuras de cristal que él le regaló de manera consecutiva y sucesiva a lo largo de los años. Observe cómo la jirafa transparente vuela por los aires y cómo la pareja de amantes traslúcida sentados de la mano en un banco de una plaza cae al piso. Acérquese, tome la figura y verifique su estado. Intacta. Llore. Apriete la figura y tírela por la ventana. Contemple cómo los cristales se rompen sobre el asfalto. Corrobore que el hombre triste apoyado sobre el auto no la haya visto cometer un posible atentado contra un transeúnte inocente y alégrese por la calle vacía. Coma alfajores Havanna y suspire, pero experimente una cierta calma al notar los destellos brillantes del cristal en el asfalto.
Vaya al cuarto. Revise el cajón de la ropa interior y, cuando la encuentre, abra la carta que él le escribió cuando cumplieron tres años. Léala en voz alta.
Hormiguita hermosa amor de mi vida:
Te amo con locura. Te amo más que a mi vida, más que al universo entero. La vida sin vos no tiene sentido. Te amo más que a Racing.
Tu amor por siempre jamás.
Caiga en el piso sin fuerzas. Apriete la carta sobre el pecho y llore de manera efusiva. Siéntase Grecia Colmenares en “María de nadie”, pero con el déficit de un pelo que le llega sólo hasta los hombros.
            Cuando recupere las energías, levante el teléfono. Conéctelo. Verifique si, efectivamente, logró romperlo. Escuche el tono y sonría aliviada.
Haga el balance de los destrozos y llegue a la conclusión de que no es suficiente. La desgracia que la abruma tiene mucho más peso que un cuadro barato volando entre cables. Corríjase y exclame: “Un cuadro de mierda volando entre cables”. Abra la ventana y grite: “MIERDA”.

Paso TRES:
Ejercicio: Arme un collage.
Objetivo: Alcanzar el bienestar emocional.
a-      Busque las fotos en las cuales aparece con él.
b-      Tírelas al piso.
c-      Ordénelas de acuerdo al grado de mayor o menor felicidad del momento.
d-     Siéntese sobre la alfombra de Lycra que imita a un tigre muerto en una cacería inexistente. Recuerde que él le iba a enseñar a cazar, pero cuando Usted le dijo que no le interesaba matar animales inocentes, él le regaló un revólver y la alfombra.
e-      Examine el collage que armó sobre las baldosas marrones y experimente un dolor envenenado por las arañas y los escorpiones. Laméntese y declare: “Este es el collage de mi único y último amor”. Concédase el tiempo suficiente para repetir la frase una y otra vez hasta que las palabras pierdan sentido.
f-       Prenda un cigarrillo. Tosa. Usted no fuma, pero son los cigarrillos Marlboro Light que él se olvidó después de armar la valija. Mientras le quema con el cigarrillo los ojos a todas las fotos donde él es hermoso y la abraza, susurre: “Me rompiste el corazón en mil pedazos”. Balancee el cuerpo para atrás y para adelante y asuma que ingresó en un estado del cual no hay retorno. Desee convertirse en una asesina serial, pero sepa que Usted no tiene la lucidez necesaria para cometer un asesinato, o dos, o tres, o veinte.
g-      Recuéstese sobre la alfombra y fume pensativa.
h-      Rompa las fotos y colóquelas debajo del enano del jardín que tiene en el balcón. Mire la cara del enano y sorpréndase del parecido inquietante con su pez. Cambie de idea. Meta las fotos en el microondas y marque el tiempo máximo con la temperatura más alta. Ubique a Enrique (el enano) dentro de la pecera. Despreocúpese por el destino tanto de Enrique, como el de Pepito, como el del microondas.
Conclusión del ejercicio: Hágase cargo del momento presente, coma bizcochitos de grasa Don Satur y mire el vacío.

Paso CUATRO:
Piense en Susana Giménez. Cuestiónese qué tiene que ver Susana Giménez con todo lo que le ocurre. Sienta cómo su cordura se diluye en un estampado de animal print. Advierta cómo las manchas de los jaguares, de las cebras y de los dálmatas le ensombrecen la razón.
Note la presencia, sobre el televisor, del gato chino de la buena suerte que él le compró cuando fueron a comer chau fan mixto al restaurante “Todos Contentos” del barrio chino. Tenga la certeza de que ese gato es la causa de todas sus desgracias porque, al día siguiente, él la dejó. Vaya a la cocina, coloque agua en una olla, prenda el fuego al máximo e introduzca al gato. Deje que hierva.
Corra al baño, mírese al espejo. Confirme que está pálida y ojerosa. Reconozca que dejó de ser Grecia Colmenares para transformarse en la Andrea del Boca de “Celeste”, no en la de “Perla negra”. Suspire con convicción y afirme: “No estoy loca”. Acepte que es una mentira, busque el esmalte rojo perlado y escriba sobre el vidrio: “Te amo, perro infeliz y hermoso”.
Experimente una sensación de éxtasis, corra hacia el teléfono y llámelo por cuarta vez. Escuché cómo una voz femenina atiende el teléfono. Corte y dígase para sus adentros: “Marqué mal”. Llámelo por quinta vez y cuando escuche la voz femenina, véase imposibilitada de hablar. Sea testigo de cómo él, antes de atender, le dice a la voz femenina: “Dejá amor, dame el teléfono hormiguita”.
Corte despacio y, mientras lo hace, tenga la absoluta certeza de cuál va a ser el siguiente paso.

Paso CINCO:
Acérquese a la ventana y mida la distancia entre el asfalto y su cuerpo. Intuya que existe una posibilidad de salir muy lastimada, pero viva. Ría. Sin ganas. Mastique de forma automática galletitas Amor. Percátese de la ironía brutal del destino y tire el paquete al tacho.
Vaya al placard y abra todas las cajas con zapatos. Sienta una energía exultante cuando encuentre una bolsa con ropa que él nunca pasó a buscar. Tírela en el lavarropas y agréguele lavandina. Córtele la cabeza al tigre y métala en el horno. Póngalo al máximo. Siga buscando entre los zapatos y encuentre el arma que él le regaló. Examínela con detenimiento. Compruebe que tenga balas. Recuerde que alguna vez la escuchó decir a Mirtha Legrand que las mujeres no se pegan tiros. “Las mujeres, decía Mirtha en uno de sus almuerzos, se envenenan o toman pastillas porque es menos sangriento y porque antes de morir tienen en cuenta a los que quedan vivos y tienen que limpiar”. Descarte el pensamiento anterior por retrógrado, pero admírese de la cultura general de la Señora Mirtha. Deléitese por el factor incuestionable de que él es el único contacto al cual van a llamar. Después del daño irreparable que le causó, él no merece la tranquilidad que brinda una muerte plácida, limpia.
Camine despacio al living con la carta de amor en la mano. Busque clavos, pero recuerde que él se los llevó. Busque la cinta Scotch, pero no la encuentre. Abra el botiquín de primeros auxilios y recurra a las curitas. Pegue la carta en la pared con dos curitas, una con la imagen de Hello Kitty, la otra con la de Snoopy.
Siéntese en el medio del caos, en el medio del destrozo emocional, material y concreto. Mire la carta y exclame: “Soy muy joven para morir”. Asuma el hecho de que esa es una frase vacía. Tome el arma. Sonría con cierta emoción. Coloque el arma en la sien derecha. Permita que fluya la sensación de que está haciendo lo correcto. Diga: “Es lo correcto”. Repítalo. Afirme: “Es lo correcto”.
Deténgase. Respire, y baje el arma. Contemple sus pensamientos. Deje la mente en blanco y dedíquese a observarla. Reconózcase a Usted misma como a la Mona Lisa, rodeada de jirafas de cristal, dentro de un campo de girasoles intentando cazar tigres de Lycra para entregárselos a Enrique y al gato chino de la suerte que viven en el castillo violeta donde relojes de plástico se derriten con el fuego del amor que sienten él y la voz femenina que la miran riendo desde lo alto de la Torre Eiffel mientras Pepito baila con la pareja traslúcida que cae por una ventana justo en el medio de la cabeza del hombre triste que le susurra a Penélope Glamour: “Te amo más que a Racing”. Grite: “BASTA”, y apriete el gatillo. En el instante en el que la bala le perfore el cráneo, visualice una calma rosa, rosa bombón.

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Agustina María Bazterrica es Licenciada en Historia del Arte y escritora. Ganó más de treinta concursos nacionales e internacionales de narrativa, entre los que cabe destacar el Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.
Fue publicada en gran cantidad de antologías, revistas literarias y diarios, y ha sido jurado en diversos concursos literarios.
Es autora de la Novela Matar a la Niña, Textos Intrusos, 2013.
La encontrás haciendo click acá.

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