La revista española Imprescindibles entrevista a Pamela S. Terlizzi Prina.
Compartimos el texto de la nota.
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ENTREVISTA A PAMELA
S. TERLIZZI PRINA
Pamela S. Terlizzi Prina nació
en Ramos Mejía, en Argentina en 1980. Se formó en crónica periodística y en
narrativa y poesía. Ha sido premiada en varios concursos y actualmente además
de su Blog, escribe en la revista digital
Culturamas.es.
Hoy está con nosotros para
contarnos más cosas sobre ella y sobre sus libros y proyectos.
- Pamela
S. Terlizzi Prina, ¿quién es Pamela S. Terlizzi Prina? Y si me permites,
la S, ¿qué esconde?
Creo que
hoy Pamela es la evolución de todas las Pamelas que fue. Estudié derecho, me
recibí de abogada y en el medio de la carrera tuve un romance ardiente con el
derecho penal y así decidí estudiar grafología forense. De hecho hasta 2006
litigué en la justicia argentina. Ahí sobrevino la desilusión con la
cotidianeidad de la profesión. Después me dediqué al derecho contractual y
terminé desarrollando emprendimientos en la empresa donde trabajaba. Era claro
que cada cosa nueva era una búsqueda. Y en cada novedad lo que más disfrutaba
era del lenguaje. Es decir, en derecho, la mejor parte era la de hacer o
contestar demanda. En los emprendimientos, era el desarrollo de la idea, la posibilidad
de encantar al destinatario, de convencerlo, de no dejarlo ir. Creo que a
partir de eso es que retomo esa necesidad primigenia de escribir.
En cuanto a
la “S.”, es una omisión imperfecta. Es un segundo nombre innecesario y
rimbombante. ¡De esos que los padres te eligen sin pensar en tu futuro! Eso es
lo que esconde.
- ¿Cuándo,
cómo o dónde te das cuenta de que quieres dedicarte a escribir?
Tuvo mucho
que ver mi maternidad. Los estados por los que ineludiblemente pasamos las
mujeres. Esa limitación en el espacio, en el tiempo, en los horarios. Advertir
que es el verdadero fin de la individualidad. La maternidad, al menos a mí, que
siempre fui bastante desprolija para los horarios, que era absolutamente
nómade, me obligó a una disciplina, a una estructura, a un orden que yo
describo como una especie de claustrofobia. Por eso digo que a mí me generó una
doble pulsión: por un lado, la maravilla absoluta, el idilio con mi hija, su
perfección, su fragilidad. Y por el otro, la brutalidad del compromiso eterno.
Esto de la pérdida definitiva de la individualidad. Nunca más ser sólo uno. Eso
me provocó una gran necesidad de decir. De poner en palabras la contradicción,
la paradoja, el caos. Supongo que en esa pérdida de intimidad busqué un espacio
introspectivo, propio. En ese marco me reconecto con la literatura. Porque yo
escribí desde siempre. Todavía tengo cosas escritas de mi adolescencia. Pero
esta vez fue desde un lugar más maduro. Sentía que tenía cosas para decir, y
así llego al taller de crónica periodística de Claudia Acuña. Me llevó una
amiga de toda la vida, Carolina Buratti, hicimos el curso juntas. Después
vinieron los talleres de Laura Massolo y los seminarios de Liliana Díaz
Mindurry.
- ¿Qué
significa para ti escribir?
Canalización,
desafío, trabajo, transformación, compromiso. Y tantas cosas más. Es mi
identidad, mi modo de cambiar al mundo, mi manera de decir cosas. En
literatura, como en todo, si no hay paradojalidad no hay arte. Creo que pasa
por ahí, por la búsqueda de la paradoja y su efecto revelador. Por la capacidad
de preguntarse y soportar la duda. Es exploración y regodeo.
- Has
sido premiada en varios concursos, el VII Concurso Literario
Bonaventuriano de Poesía y Cuento Corto de la Universidad de la
Buenaventura de Cali, Colombia, con el cuento “La muerte de las gotas”, en
el Certamen Internacional de Ficción Erótica de la Editorial Argot, en
Valencia, España, con el cuento “Las otras” y en el III y IV Certamen
Nacional de Poesía y Cuento Breve con los cuentos “Náufraga” y “Si,
gracias”, y el poema “Unos dedos”. ¿Qué pasó por tu mente cuando te lo
comunicaron?
Felicidad y
agradecimiento. La alegría del reconocimiento y, de alguna manera, la
ratificación del camino elegido.
- ¿A
qué escritor admiras desde siempre? ¿qué obra te habría gustado escribir?
El primer
escritor que admiré, y sigo admirando, por supuesto, es Julio Cortázar. Su
musicalidad, su virtud lúdica. Después me deslumbraron otros como Onetti, Kafka,
Saer, Alejandra Pizarnik, Clarice Lispector. También hay muchos escritores
contemporáneos que me gusta leer: Gioconda Belli, Claudia Piñeiro, Ángeles
Mastretta. Inclusive autores nóveles, emergentes, como Agustina Bazterrica o
Carlos Carioli, me emocionan.
La obra que
me hubiera gustado escribir es Pequeña Música Nocturna, de Liliana Díaz
Mindurry. Sin dudas.
- “Estado
de Espesura”, tu primer poemario vio la luz el año pasado, ¿satisfecha con
el resultado?
Muy
satisfecha. La edición es impecable. Tuve la fortuna de que Erika Kuhn, una
prestigiosa artista plástica mexicana, ilustrara especialmente el libro. Hizo
el arte de tapa y una obra para cada una de las tres secciones en las que está
dividido. Es más, las ilustraciones contienen un verso escrito a mano de cada
poema elegido por Erika. Fue una experiencia hermosa. El libro fue señalado
como de interés cultural por la Embajada de México. Fue una obra que me trajo
muchas satisfacciones. El mundo de la poesía es muy generoso.
- ¿De
dónde surgió el titulo? ¿Trabajaste mucho sobre y en él?
El título
surgió a partir de un verso del poema “Libertad”, incluido en la segunda
sección del libro. El verso textualmente dice “promesa de espesura”. Yo siento
que la palabra espesura habla mucho de mi obra. El libro es espeso, es boscoso,
tiene un entramado múltiple, y desde ese lugar me parecía, además de atractivo,
muy honesto. El problema lo tenía con la palabra “promesa”, porque tenía la
impresión de estar garantizando algo. Creo que fue mi miedo a estafar al lector
lo que me hizo trabajar un poco sobre esa palabra. No quería, ni quiero, aún
hoy, prometer nada. Es decir, la obra se completa cuando es leída, y me resisto
a decirle al lector lo que debe sentir. Eso me llevó a trabajar un poco más
sobre el título, hasta dar con la palabra “estado”.
- “Un
libro de poemas es una definición de la poesía propuesta por el autor, que
se va afinando en los volúmenes posteriores. Porque la poesía es lo
indefinible por naturaleza, lo que se resiste a ser nombrado, la bebida
mágica donde se violentan nuestras estructuras, mecanismos, actos
inconscientes, maquinarias prelógicas. Me encanta descubrir en cada libro,
o mejor, en la voz de un auténtico poeta -Pamela Terlizzi Prina, por
ejemplo- esa manera nueva y única de su imaginario, esa forma, ese cosmos
personal”, esto lo dijeron sobre este poemario y sobre ti, ¿cómo sientan
estas palabras?
La poesía es un arma muy noble, es una voz fiel, y
desde ese lugar cada poeta plantea el mapa de su propia poesía. Sus propios códigos
y límites, su propia geografía, sus climas. Por algo es la madre de todos lo
géneros literarios: porque la poesía lo admite todo, acoge cada mensaje, cada
denuncia, cada sonoridad. ¿Quién puede decir qué es la poesía? Yo intento
pensar qué no le puede faltar, y es el plus de significación, el forzamiento de
la palabra; volviendo a lo anterior, la paradojalidad. Estas palabras que
citas, además, hablan mucho de Estado de Espesura, porque yo me confieso una
apasionada del lenguaje, y en mi libro están muy presentes las traiciones del
lenguaje, sus limitaciones, sus embauques; la necesidad de quitarle a las
palabras el envilecimiento, de usar la palabra como objeto mismo de la palabra,
del revés de las cosas, de la inutilidad de la belleza, de la subversión del
decir. En este sentido, la cita no solamente me fascina, sino que es un
verdadero halago.
- Este
año has publicado un segundo libro, “Doce dientes”, háblanos de él.
Doce Dientes se presenta en Noviembre en Buenos
Aires. Es una libro de narrativa; esta vez, de cuentos breves. Son doce
cuentos, uno por diente, como dice su título. Son cuentos sumamente humanos, y
en ese orden de ideas, sumamente brutales. La prologuista dice, a mi entender,
acertadamente, que “sus personajes son seres de una locura frágil, espesa, que
los obliga a una metamorfosis, a una liberación penetrante, aunque esa
liberación implique encierro, ahogo, asfixia, congelamiento”. Creo que esa es
la esencia de los textos, el tema macro del libro: la revelación, la
conversión, la mutación, el extremo bestial de la humanidad. Estoy en pleno
romance con Doce Dientes. Me encanta el resultado. El contenido, el arte de
tapa, inclusive la bellísima contratapa que escribió el escritor Horacio Rodio
Seín; todo tuvo una sintonía perfecta.
- ¿Has
llegado a tu destino o todavía te queda mucho camino que recorrer?
En este
momento estoy trabajando en una novela. La extensión de mis textos suele ser
bastante breve, por lo que me supone un desafío. Más allá de esto, espero estar
lejos de mi destino todavía. No puedo imaginarme sin escribir. Espero hacerme
vieja con este vicio.
- ¿Cómo
te inspiras? ¿a qué hora, por la mañana o por la noche? ¿Cómo te llega?
La
inspiración, al menos en mí, no tiene ningún tipo de orden. Puede llegar de
situaciones absolutamente banales o de una verdadera conmoción. Lo cierto es
que no puedo escribir sin un horizonte. Es decir, hay escritores que pueden
escribir sin saber hacia dónde va la obra, cosa que yo no puedo hacer. Sí puede
ocurrir que el final vaya mutando en el discurrir del texto, pero no puedo
comenzar a escribir sin un motor inicial. Suelo escribir mucho en mi oficina,
pero hay textos que han salido de noche, en la cama, de un tirón. Me gusta pensar
que la inspiración es terriblemente promiscua y está un poco con cada artista,
hasta que vuelve a uno, y empieza otra vez la ronda.
- ¿Qué
planes futuros tienes?
Me gustaría
vincular la literatura con otras inquietudes mías. Por ejemplo, en el mes de
Abril y durante el mes de Octubre estuve dando charlas en colegios y en
programas de inclusión social. Trabajar con chicos y adolescentes en situación
de riesgo es tremendamente retributivo. Creo en el arte como herramienta
inclusiva, igualadora y revolucionaria. Quiero acercar la literatura, hacerla
asible, amigable. Estos chicos lo agradecen enormemente. Agradecen que los
mires, que les digas que pueden, que ellos también pueden ser artistas, que el
arte los puede salvar. Eso me haría muy feliz: arte y sociedad, juntos.
- Muchas
gracias Pamela, para terminar, ¿qué artista es tu imprescindible?
José
Antonio Cadórniga, músico contemporáneo, es mi marido y además, mi cómplice.
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