6/12/13

Principio del juego


Sabés que no dejo de pensar en manos artrósicas, jóvenes y artrósicas. En la saliva, en la espuma apiñada en las comisuras que gritaron. En un grito que parte del fondo de los ojos, en la quemazón salada de las pestañas que no se cerraron durante horas. Pienso en la mañana, sabés. En la mañana desvalida, indefensa, espuria, infecta, blanca, insípida de tanto levantarse para ser el otro, para ser otro, otro y otro, más válido y legal y aséptico y gris y edulcorado. Pienso en que la noche reveladora no debiera irse durante días enteros, en esa ceguera, en esa mirada franca, honesta, verbal de rechinar los dientes con asco, con las fosas hinchadas de tanta verdad, con la boca seca de tanto irse los fluidos, la vida, el silencio, la infancia, el candor. En la vulgaridad pienso. En el fracaso como el más perfecto, odioso, inmisericorde puto principio del juego.

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