5/7/10

La Prisión


Querida Ángela:

Se que sólo han pasado unos días de tu partida, pero el sol salió aguado esta mañana y no pude evitar el impulso de escribirte. A pesar de la distancia y de los días que estaremos alejados, me alegra enormemente que estés disfrutando de estos días junto a Carmen, que mucho te quiere, estoy seguro, y se deshará en gentilezas y exquisitos detalles para hacer de tu visita un verdadero paraíso.

Estoy seguro que este sentimiento se debe a la abulia del sol, que tanto me afecta, pero igual te contaré. Claro que debes tomarlo solo como eso, como un tonto sentimiento, porque te imaginarás que no es lo que realmente pienso. Si solo tengo los labios prestos a nombrarte y amarte en cada nota de mi voz, lo sabes bien. Asimismo te contaré, porque entre nosotros no hay objeto en ocultar algo tan tonto. En fin, como te dije, no es lo que pienso, porque nada me alegra más que tu felicidad, y se que necesitas estos días entre Carmen y Esteban, pero como soy un flojo enamorado te contaré.

Es que tu belleza es tan pétrea que seguro todo hombre sensato la notará, bien lo sabes. No es que me moleste que seas bella, que cursilería, sino que no soportaría que otros ojos descubrieran tus senos o la perfección de tus nudillos o el compás rítmico de tu andar a causa de tus piernas leves. Máxime sabiendo que eres mía como mi propia sangre, como cada una de tus pecas que me abrazan, como cada beso que no has dado. Que bobería pensarlo, ¿verdad?.

Entonces, como te decía, se me ha dado esa improbable idea de que alguien pudiera sucumbir a tu cabellera encendida o a tu sonrisa ligeramente sonora.

Se que sobra decirlo, y así y todo, te recordaré que jamás podría pensar que hicieras caer adrede tus párpados, convirtiéndolos en mariposas; ni que tu semblante se torne rosado imaginando nada impropio, mucho menos que tus dedos rocen con torpeza simulada el cuerpo de otro hombre o embebas tus encajes en jazmín para dar rastro de tu paso. Jamás. Pero como dije, nunca es superfluo recordarte cuánto te amo y la confianza que tengo en ti. Nunca. Sabes como el Ave María que mataría por ti, que no hay objeto en el mundo que prefiera antes que a tu cuerpo. Y por favor, que no parezca que te siento un objeto, nunca podría decir semejante imbecilidad. Sólo que poseerte es lo único que me asalta por las noches y a veces me obliga a la vigilia punzante. Aún deseando hondo soñarte en todos los planos que la realidad no me regala.

Pero volviendo al sol, que hoy me ha traicionado, se que estas sandeces no son más que vástagos del gris que me circunda. Porque sólo así se explica una duda tan inverosímil. Asimismo, Ángela, no podría dudar jamás de Esteban, quiero negarlo categóricamente. Nunca, justamente de Esteban, que siempre ha sido un bruto dedicado a las nimiedades de la tierra y tiene el lomo demasiado oscuro de pasar las tardes al sol (que hoy tanta falta me hace, pero no tiene importancia). Que tiene el cabello tan negro como las malas artes y parece un indio sobre la bestia que cabalga. Claro que no.

Nunca Esteban podría reconocer tu delicada beldad. Y nunca la porcelana de tus yemas podría acariciar su pecho. Se que es una locura, Ángela, y no hago más que rogarte perdón por estas infamias a las que me empuja este cielo vil. Déjame decirte que son solo estupideces, pero seguro de que no hay secretos entre nosotros, solo quise contarte esta angustia pasajera que estoy padeciendo por no tenerte aquí, donde deberías estar, para que pueda contemplarte hasta que el contorno de tu rostro se vuelva borroso, parpadear, y volver a empezar.

Quise contarte para que entiendas, y no olvides, y no pienses. Quise escribirte porque el sol y porque las horas. Quise recordarte cuánto te amo, cuánto me perteneces, cuánto haría por ti.

Por último, Ángela, te pido por favor que le des mis más sentidos pésame a Carmen, la pérdida de su hermano realmente es una tragedia. Ayer lo supe. Quién podría haber imaginado semejante muerte para Esteban. Tan hábil que era, caerse del caballo, rodar por ese risco. Lamentable, ¿verdad?. No somos nada, mi querido amor.

Esperando ansiosamente tu regreso, te beso en los labios. Adiós.
Tuyo, Vicente.
* * *

4 comentarios:

  1. Pame: cada vez escribís mejor...no sé si es mi psicopatía egotista o es tu escritura que cala hondo, pero esta veta de los trastornos psicológicos que tan bien exploras me identifica mucho...Leo:"volviendo al sol, que hoy me ha traicionado, se que estas sandeces no son más que vástagos del gris que me circunda." Excelente metáfora!: sentimientos hijos de los días tristes, muy buena imágen. Me pasa lo mismo que con MANERAS DE QUERER: recuerdo y me entristecen las mismas vivencias que vos ficcionalizas...espero no llegar a matar a nadie...abrazo! Excelente material.

    ResponderEliminar
  2. Seba querido, si finalmente matás a alguien, no lo dudes, vamos juntos en cana. Vos por homicidio, yo por instigación.
    Lo bueno es que nos vamos a llevar el libro de Solyenitzin, no?
    Gracias, como siempre. Y un abrazo!

    ResponderEliminar
  3. Que bueno!! Te felicito una vez más!! No te enojes pero te robé sólo unos párrafos que me gustaron mucho y a la vez sólo me traen recuerdos particulares de lo que fue, es y será:
    -Sólo que poseerte es lo único que me asalta por las noches y a veces me obliga a la vigilia punzante. Aún deseando hondo soñarte en todos los planos que la realidad no me regala. Esperando ansiosamente tu regreso, te beso en los labios. Adiós. Tuyo.-

    ResponderEliminar
  4. Ross!
    Gracias, gracias!
    Y robe sin culpa, que es más que un halago!
    Un beso grande!

    ResponderEliminar