4/11/13

Para que nada sea - Poemario de Mariano Díaz Barbosa


El yo como materia poética

Para que nada sea
Mariano Díaz Barbosa
Editorial Textos Intrusos, 2013
Poesía, 95 páginas

por Pamela S. Terlizzi Prina

Un cita inicial de William Shakespeare en Otelo, que dice “Soy el que no soy”, nos anticipa el magma con el que Mariano Díaz Barbosa teje el entramado de su poesía. En este libro el yo no huele a la naftalina del “yo lírico”. Es, desde el más estricto sentido heideggeriano, la radical reducción de la realidad al ser. Díaz Barbosa sabe que si no se es, nada es. Porque en la vida real, la distópica, se es a expensas del medio, a expensas de la vida, de la propia vida y de la propia muerte. Que ser, ineludiblemente, fagocita. “Yo hasta que no haya nada/ (…) // Que muera yo, que no resucite en árbol, que muera siendo bien yo y cuando muera exprimirle los milagros”. Con este filo conceptual y semántico, nos sitúa en un posmodernismo voraz, en el que no hay lugar para el esteticismo superficial, donde la intimidad del poeta pone fin a la utopía, entregándose a la introspección.

Aún así, descomponiendo la frontera entre el sujeto y el objeto, el llamado a los elementos cotidianos nos obliga a quedarnos inertes en la silla, leyéndolo, porque advertimos que sus planteos no discurren en una atmósfera teórica, que la materia de la soledad, que la nada que aturde y produce ojeras tiene lugar en la rutina, en los pequeños rituales diarios, en la más insignificante muestra de habitualidad: “el pijama y la televisión, y las corridas, y los cuerpos en el suelo, y los asesinos disfrazados de policía, y los muertos, y los muertos/ (…) //… cuando apago la televisión aún sigue un muerto en la pantalla”.

Díaz Barbosa se propone romper el equilibrio, y lo logra. El lector no puede permanecer indiferente a la desmesura, a la repetición que se vuelve elíptica, mudando en cada curva a la víctima y al verdugo; esa misma repetición que nos hace pensar en Paul Celan, en una lengua que dice desesperación hasta la asfixia, porque la desesperación está dicha con la porción sonora, musical del lenguaje; con lo que retumba en el cerebro a la vez que nos permitimos el mareo y la pregunta y la honestidad.

En Para que nada sea la estructura -ya sea verso o prosa-, los recursos retóricos, e inclusive, por momentos, la ausencia ensordecedora de silencios producen una ruptura de sentido a la manera estridentista: “Nací y no sabía que el Ser era arrancado de los cuerpos arrancados de los pedazos arrancados de verdad arrancada de los pedazos de Ser arrancados / del Ser arrancado / del Ser arrancado del cuerpo/” Asimismo, no se conforma con esto, porque este libro no busca escandalizar, polemizar superficialmente, llamarnos a un lamento sobre las miserias ordinarias, no. Díaz Barbosa teje esta consternación desde la fría certeza de la irrevocabilidad, por eso puede ensuciarse, renunciar a una obra aséptica, perfeccionista, para levantarse contra la sociedad egoísta, apática, aburguesada, envilecida, estereotipada. Por eso puede hablar de la brutalidad del hombre, de las argucias de la verdad: “Soy un todavía. / Soy un todavía lleno de mis futuras muertes. / Soy lo que me sobreviví. / Soy lo que me sobrevive al apetito / (…) //Al apetito siempre ligado al que devora, al que devora todo lo que no es él, al apetito que es el yo que devora / Tengo miedo.”

Me permito, finalmente, la sorpresa por el agradecimiento inicial del autor, porque dice “por convencerme de que puedo escribir poesía”. Me permito la sorpresa porque nada me hace pensar que Mariano Díaz Barbosa alguna vez no haya podido escribir poesía. Es tan claro el forzamiento de la palabra, la pulsión reflexiva, el romance con el lenguaje, que parece improbable la duda, que se vuelve, la suya, una voz imprescindible. Por lo filosa, lo aguzada; porque revela el conocimiento que apuntala cada poema. Porque el hilo que trama el espeso camino para transitar Para que nada sea está hecho de un lamento quebrado, honesto, desnudo, que lo convierte en una obra imposible de ignorar.

Noviembre de 2013
Pamela S. Terlizzi Prina

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