9/4/10

Enriquez


Soy hija del pudor que doblegamos.
Esta ansiedad impune,
que deviene en reflexión, en ira,
en el flagelo de las fauces,
esta conciencia del pecado,
el gustoso recuerdo del delito,
y no arrepentirme.
No hay paz en borrar el tormento que me diste,
no hay abrigo en olvidar el despojo.
Nada es mejor sin haberte padecido.
Es inútil, probar, de un zarpazo, quitarte.
¿Cómo explicar si no,
el triunfo de vivir cada mañana?.
* * *

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