26/3/10

Reprimen

Las piernas veloces son obsoletas, tampoco sirven las lenguas, ni la palabra pronta. Bajo una algarabía se somete al ángel y al demonio, se ultraja el deseo, el deseo de ser, el ser. Se ciega la voluntad de decir, se enmudece el oído, se apaga la luz. Del que amedrenta, no es más que miedo; no es más que temor del temerario. Una ignorancia carnívora, unos dientes gigantes de aquel pequeño ser, arremeten. El cuerpo sangra por lo que el alma dice, y así debe ser. La bestia solo consume achaques, nunca supo de artes. No sabe que la mordaza no calla, que el rebenque no doblega, sino a la carne. Con las primeras luces se ven los cardenales, se esconden sin embargo los triunfos arrumbados en el lienzo, en las cuerdas, en la tinta. Nadie les advirtió que acaban de perder otra batalla; la música sigue.

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