17/6/14

Efectos colaterales - Pablo Besarón

En clave de supervivencia

Efectos colaterales
Pablo Besarón
Ediciones Simurg, 2013
Cuento, 120 páginas

Por Pamela S. Terlizzi Prina



“Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa”, decía Voltaire, y con esta lógica Pablo Besarón despliega sus “Efectos colaterales”. Además, cabe señalar, los efectos no son otros que los de la muerte. Y esa muerte se resignifica en cada relato. Causa y efecto son pliegues de la misma vestidura, tal como ocurre con los personajes de Besarón que, una vez puestos en marcha, tienen la habilidad de ocupar el propio lugar y aquel otro que la historia les mande ocupar. Dicho en palabras de Arturo Uslar Pietri, “el hecho más importante de la historia es el mismo de la biología, es que el hombre se muere como todos los demás seres vivos”, y sabiendo esta verdad incontrastable, Besarón desarrolla una técnica pulida, controlada, donde las palabras nunca sobran, con la que logra un tono inmutable para contar el drama, reforzando con maestría el espanto.

En términos de lo dicho, merecen especial atención “Parientes”, “Noticias sobre Cevares”, e “Ida y vuelta”. En estos cuentos la fatalidad es un atributo que subyace en lo narrado, y tanto es así que el proceso de sustitución resulta tan natural como la misma muerte. Natural en la narración y natural para el resto de los personajes: “La muerte de un familiar trae esas cosas… El eslabón perdido (el muerto) hace que la cadena se deshaga. Se cree que la desaparición puede ser colmada, pero no siempre es así; aunque en esta historia quizá sí se pueda restituir el eslabón perdido, quién sabe”.

Solventado mayormente en la estructura del cuento clásico, Besarón logra historias que, por sobre todas las cosas, ponen lo familiar, lo humano, lo cotidiano como escenario principal. “Era una ciudad sucia, aunque tenía su poesía ver desparramadas bolsas grises, vidrios rotos, chicles en el piso, caballos de linyeras... La ciudad es una mezcla de ambulancias de emergencias, pulóveres emparchados, medias cosidas y desechos para cartonear, pensó.” En esa absoluta humanidad se encierra lo siniestro de sus relatos; allí es donde la línea que separa lo real de lo fantástico aparece confusa, ambigua. Besarón nos propone convivir tan domésticamente con lo sobrenatural que no produce estridencias de género: “…Se perdió el embarazo fueron las simples y categóricas palabras de Mabel en la semana diez de gestación… El tiempo pasó, no tuvieron hijos, pero Olegario, en un pacto secreto con el feto, lo alimentó, lo hizo crecer, le dio alas para que saliera al mundo.”

Cabe destacar, además, “Noche de reyes (Papábueno, Papámalo)”. Un acápite con un fragmento de La República de Paltón antecede este texto que entiende el fenómeno de sustitución desde un lugar diferente al del resto de los cuentos que integran el libro, es decir, desde la vida. Con notable destreza para el registro, una ironía aguda, una impecable técnica narrativa, Besarón muestra que lo verdaderamente monstruoso habita, en realidad, en el seno de cualquier familia: “Salir de la pieza a la escalera. Mezclado con el televisor, algo confuso en voz baja. No eran murmullos, no era un diálogo bajito, era bufidos de lamento en una tarea que llevaba esfuerzo. Parecía la voz de papámalo, y también de la tíamalita, respirar profundo, contener el aire, bajar escalones, pocos… por la pared frente a la escalera se vieron sombras que se violentaban de buena gana. Parecían (pero no sé) papámalo (papábueno) y la tíamaleta que hacían lo que hacían más veloz hasta que se apagaron, pararon los raros sonidos y las sombras se separaron, Urielito quieto como una momia…”.

Un libro ágil, con clara unidad, atravesado por la más vulgar de las perversiones: la humanidad.

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