31/3/10

María B


Mira de lado, coquetea, lame adrede y hostiga al silencio, porque le teme. Su apuro es tan sonoro como su paso quedo. Se le llenan los ojos, se le colman de personas y voces y lugares, porque se ha prometido una carrera tonta. Se venera tanto como engulle sus pellejos, descree del júbilo gratuito y atesora llantos por si acaso. Se ausenta. Se ausenta si no es vista. Pero el ingenio le ha dado mil alcobas y encontró mil palomas que lleven sus mensajes silentes. Crines camaleónicas y boquitas pintadas para todos; la seducción es un juego táctico devenido en el fin de Maquiavelo. Hombres y mujeres se le antojan a sus pies hermosos y de cada cual ha robado algo. No obsta a su vicio mirar a veces sobre el hombro, regalar un aleteo de pestañas, contar los pasos que la separan del hastío terrenal. Libra batallas sin enemigos y las gana por cansancio, por capricho, por un acorde o un color que llame a la tregua, a una mesa de mala muerte para sorber delirios que mienten maravillas.
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